lunes, 29 de septiembre de 2008

¿Demasiado tarde?

Demasiado tarde

Primero se llevaron a los judíos.
Pero a mi no me importó. Yo no era judío.
Luego se llevaron a los comunistas.
Y a mi no me importó. Yo no era comunista.
Enseguida vinieron por los obreros.
A mi no me importó porque tampoco era …
Después detuvieron a los sindicalistas.
Pero a mi no me importó.
Pues no soy sindicalista.
Luego apresaron a unos curas.
Y como no soy religioso tampoco me importó.
Ahora me llevan a mi
Pero ya es demasiado tarde.

Bertolt Brecht

El debate de los parques eólicos, al margen de que provoque o no una escisión en el PSOE de los Oscos -como titulaba hace unos días este periódico, supongo que con conocimiento de causa- pone en alarma a quienes consideramos estas tierras un verdadero paraíso natural, hasta ahora preservadas de la vorágine especulativa, y que debieran ser tratadas con el debido respeto por el Gobierno del Principado, el mismo que vende los valores naturales de Asturias como reclamo cultural y turístico.

El aislamiento geográfico natural por el escaso interés que la Administración ha tenido siempre por los Oscos, han acabado por convertir esta comarca en la cenicienta de las comarcas asturianas. Aislamiento y desinterés que, como contrapartida fortuita, tuvo también un efecto positivo, el de mantenerla al margen de la depredación especulativa del paisaje y de su valioso patrimonio arquitectónico popular que, entre tanto, devastaba otras comarcas.

La valiente iniciativa empresarial de muchos de sus vecinos de los Oscos, están logrando que estos tres concejos resurjan por fin de su precaria situación. Se ha hecho una buena labor para atraer y fidelizar un cierto turismo de calidad, visitantes que huyen del ruido, del estrés y de las aglomeraciones para reconciliarse con la Naturaleza y poder hacer aquí, en este paraíso perdido, como se le ha dado en llamar últimamente a estas tierras, un alto en la carrera esquizofrénica y sin sentido en que estamos convirtiendo nuestro día a día en la ciudad. Por eso, la amenaza de los eólicos nos ha de poner en guardia a quienes queremos y sentimos los Oscos, las tierras más occidentales de Asturias, las que denotan acento gallego.

El mayor e inestimable valor de los Oscos es su paisaje como síntesis del patrimonio natural y cultural, un elemento esencial de su identidad. Nadie tiene derecho a destruirlo. La instalación de gigantes eólicos en las cumbres de nuestras sierras cambiaría el paisaje, causaría una contaminación visual sin precedentes y arruinaría en gran parte los atractivos turísticos de la comarca. ¿Quién se beneficiaría de todo ello? Un puñado de propietarios de montes y en especial las empresas que los instalan, cuyo funcionamiento controlan después, por internet, desde Madrid, desde Barcelona o desde cualquier ciudad de Europa, con un mínimo coste de personal y esfuerzo.

El paisaje de los Oscos es un bien público para disfrute de habitantes y visitantes, que, por cierto, cada vez son más. No queremos, no debemos permitir que el patrimonio público, los recursos naturales sean explotados por empresas e intereses privados en su privado beneficio. No tienen ningún derecho y le harían un grave daño a una comarca que en su paisaje, en su valioso y variado patrimonio arquitectónico popular, en el carácter afable y hospitalario de sus gentes dispone de sus mejores recursos de futuro.
Que el debate de los eólicos provoque o deje de provocar una escisión en el PSOE de los Oscos es, al fin y al cabo, una cuestión menor. Lo grave es que se intente convertir esta comarca en un parque empresarial, cuando el sentido común nos dice que su genuina vocación es ser reserva natural.

Frente a las expectativas de hace unos años, hoy existen pruebas evidentes de que los parques eólicos no aportan ningún beneficio a las comarcas donde se instalan. ¿Por qué no se levantan estos generadores en zonas empresariales próximas a las grandes ciudades, reservadas para uso industrial? La respuesta es sencilla. En la zona rural el suelo es más barato, a los paisanos se les compra por cuatro duros, se les presiona o manipula con mayor facilidad debido a su aislamiento y se les engaña con promesas de empleo, cuando la realidad es que estos molinos gigantes apenas crean puestos de trabajo que no sean aquellos dependientes de las mismas empresas donde se fabrican los sofisticados artefactos. Empresas que se hallan en las grandes ciudades, siempre lejos de los parques eólicos.

Es hora de que se reconozcan nuestras montañas como «monumentos irrepetibles e irrenunciables», como he leído en algún alegato ecologista. Nuestras señas de identidad son el paisaje en el que hemos nacido, que hemos visto por primera vez, que ha sido nuestro horizonte en la infancia como antes lo había sido de nuestros padres, de nuestros abuelos de nuestros antepasados. El paisaje es parte de la tradición de un pueblo, el legado que debe pasar de una generación a otra. En los Oscos, por sus peculiares características, el paisaje es un elemento de identidad que, por haberlo preservado virgen, resulta mucho más vinculante que en otros lugares. Que nadie se atreva a mutilarlo. Que no se hagan más monstruosidades en el falso nombre de un progreso que, en el fondo, esconde el enriquecimiento especulativo

JOSÉ FRANCISCO RODIL LOMBARDÍA

LA NUEVA ESPAÑA 20 de abril de 2007


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