domingo, 12 de octubre de 2008

En defensa de Gistredo

SILLA BAJA


JOSÉ ÁLVAREZ DE PAZ

SI SUPIÉRAMOS escuchar el lenguaje común del Tambarón, el Suspirón. Catoute y Gistredo, intercambiando cierzos y nieves en invierno, vistiendo iguales tonos y colores en el otoño, viviendo juntos el zumbar de la primavera, celebrando la victoria del verano sobre el invierno ¿ sabríamos que se trata de un espacio único, la cordillera de Gistredo,

ahora amenazada, parece, por el conocido truco añadido de varios miniproyectos eólicos que al final es uno solo, evadiendo competencias de Medio Ambiente en Madrid para «transferirlas» a Valladolid, precisamente a la Consejería más permisiva, desde donde Gistredo no es otra cosa que «suelo rústico común». Fraude de ley se llamaría esa figura jurídica, envuelta en expedientes con los pies de barro. Por eso acaba de nacer la Plataforma para la Defensa de Gistredo, no para oponerse a la energía eólica, respetable en sí, sino para que se cumpla la ley, que las palas no cieguen otras fuentes de desarrollo rural sostenible. Y porque de la misma manera que no soportaríamos un aerogenerador en la cresta de Las Médulas o una antena en las de Santalla, tampoco podríamos vivir bajo la silueta de esas torres plantadas en un esplendoroso campo de genciana, dominando el espacio que sobrevuelan las águilas y el parapente de vuelo libre, sobre las peñas de L'agualta donde el agua brota de la roca y se precipita en cascadas para asombro de miles de andarines que cada año recorren la «ruta de las fuentes medicinales», a lo lejos los sotos de castaños milenarios donde picotea el verdenal, de abajo a arriba los bosques de avellanos, los abedules, los serbales, los acebos y las robledas por donde triscan los corzos y se escucha el aleteo poderoso del urogallo, nombre prohibido, toscamente borrado con un típex en aquel informe medioambiental donde tampoco aparece la huella del oso pardo de la cornisa cantábrica, se ve que no visitan mucho la campa de Santiago ni han hablado con los colmeneros de Colinas. Quiere esta columna ser hoy un aliento de ánimo para todos aquellos que, sea cual fuere el color de su pensamiento político, se esfuerzan codo con codo para impedir esta siembra de sal sobre las chanas y los valles profundos de aquellos asentamientos rurales donde el Ídolo de Noceda es testigo, desde la Edad del Bronce, que sin la madre Gistredo aquello no sería nada, precisamente suelo rústico común. Adelante, amigos, los molinos no son gigantes, son solamente molinos y tienen los pies de barro.

DIARIO DE LEÓN
Miércoles, 16 de Abril de 2008


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